*Por Jonathan Rivera (@Joona_Rivera)  La situación de pandemia que atraviesa gran parte del mundo, y de la que Argentina no ha podido escapar, supone un evento crítico que modifica la vida cotidiana de las personas, como los modos de organización y respuesta de los sistemas sanitarios y sociales en su conjunto. Durante la conferencia de esta mañana, la Dra. Rebottaro analizó la crítica situación que atraviesan algunos pacientes, estigmatizados y discriminados a partir de ser positivos de coronavirus.  La peligrosidad del COVID-19 es la discriminación que recibe la población diagnosticada, sus familias, los casos sospechosos y el personal de salud. La directora del Hospital "Pte. Juan Domingo Perón" sostuvo que "el equipo de salud mental que llama a los pacientes positivos de Covid, ha marcado el importante daño que sufre la gente positiva, sobre todo por la discriminación".  "A muchos los han dejado sin trabajo; los han dejado de saludar y hasta han dejado de ser solidarios entre vecinos", expresó Rebottaro, al tiempo que remarcó: "Lo único que cambió entre esa persona (positivo) y yo, es que esa persona padeció una enfermedad. Y si ese señor/a está caminando por la calle es porque está curada. ¿De qué la estamos acusando?.", se preguntó. "Siempre digo que en vez de pensar 'a mí no me va a pasar´ lo mejor sería preguntarse ¿Por qué a mí no?; y creo yo que si todos nos preguntáramos eso actuaríamos de otra manera", concluyó la dirctora del nosocomio.  Expertos han comprobado que el temor y la angustia frente a la posibilidad de ser discriminado suele llevar a la persona a no recurrir a los sistemas de salud e incluso ocultar sus síntomas, retardando la intervención médica, poniéndose en riesgo a sí mismo y la de su entorno, y vulnerando una de las estrategias fundamentales en esta etapa: la detección precoz. En el caso de personas que fueron diagnosticadas con COVID-19 y sus familias han sufrido y padecido lo propio de la enfermedad junto al maltrato, el rechazo y las agresiones de otros, a veces vecinos, conocidos, hemos observado actos concretos donde han dañado sus casas, autos y han agredido verbalmente y en redes sociales a cada persona que tuvo que transitar por la enfermedad. Otro tanto está enfrentando el personal de salud. A raíz de lo expuesto se puede inferir que las respuestas que las poblaciones tienen frente a la enfermedad suelen estar determinadas por la medida de lo imprevisible y del riego de contagio percibido. En esta ocasión las características del COVID-19 y sus consecuencias en el mundo han llevado a desarrollar respuestas basadas en el temor y el alto riesgo, contribuyendo al rechazo social. Sumado a esto, el conocimiento del lugar de inicio, la saturación de datos provenientes de otras regiones, favorecen la creencia de que esto “pertenece a otro lugar”. Culpar a un otro por las epidemias es un lugar común a lo largo de la historia. Podemos tener una comprensión del desarrollo de ciertas reacciones sociales a las cuales es necesario redirigir a formas saludables de vincularnos. Tan dañino puede ser un virus como una pauta arraigada de conducta estigmatizadora.  Necesitamos construir un distanciamiento físico desde la amabilidad y el cuidado en lugar de simplemente desarrollar el miedo a la infección por COVID-19.