Carte de Mario Yemes, director de grupolaprovincia.com “Casi me muero en el Hospital” En estos tiempos tan difíciles de pandemia en donde me toca ver a una sociedad dividida, quiero contarles que casi pierdo la vida por el Covid-19. Tuvimos un 2020 lleno de sorpresas donde cada paso era una novedad, vivir algo desconocido que nos da mucho temor, no solo por lo que a uno le puede suceder sino también por el bienestar de nuestros seres más queridos. Nos encerramos, nos protegimos. Con el correr del tiempo llegó el verano y en esta estación el momento de aprender a convivir con el virus e intentar retomar cierta normalidad. Quien les escribe siempre fue bromeando por las medidas precautorias en el cuidado diario ante el virus pero en mayo perdí la batalla y me infecté. No alcanzó el distanciamiento, alcohol ni aislamiento. No hubo burbuja de contención que me ayudara. El positivo estaba confirmado y el malestar en casa seguía aumentando. Luego de seis días de fiebre, los 40 grados me llevaron derecho al Ala 1 Covid del Hospital. Fue ahí cuando ingresé al sector del cual llevaba más de un año escuchando pero del cual poca atención le había prestado. Sabemos que el 85% de las personas que atraviesan esta enfermedad la pasan de forma relativamente leve mientras que el resto desarrolla una etapa grave. Realmente les escribo para contarles lo mal que se la pasa en este 15% restante. Mucha gente minimiza el tema y realmente me duele muchísimo. Sé lo que es pasar hambre y no tener trabajo, comprendo la necesidad de tener que salir a trabajar, pero cuando te das cuenta que estas al borde de la muerte o peor aún cerca de perder a tu ser más querido, recién ahí se produce un último clic donde nos damos cuenta que de todo podemos salir luchando, pero menos de morir. Estuve una semana internado en el Hospital y les aseguro que fue una experiencia única en mi vida que deseo dejar atrás rápidamente. Llegué con neumonía bipulmonar, me suministraron oxígeno y, como con el correr de los días no mejoraba, me aplicaron dosis de suero equino, algo experimental pero que logró sacarme adelante. Recuerdo desde el primer día a Miguel, un abuelo que estaba en la habitación de enfrente. Su sordera obligaba a que las enfermeras le hablaran fuerte y así me fui enterando de él. Una mañana, mi vecino de habitación ya no estaba, se había sumado a la estadística de fallecidos y así comencé a preguntarme cómo era la dinámica de esos pasillos. Se fue un abuelo, un padre, un hermano, una persona que atrás probablemente tenía toda una familia llena de personas preocupadas por él. Como si fuera parte de una película de ciencia ficción mis sentidos se agudizaron y comencé a comprender más el entorno del Ala 1. El sonido permanente de la tos que cada uno tenía dentro de las habitaciones y como característica del día tristemente retumbaba por cada rincón. Algo llamo mi atención, descubrí un ruido constante, algo pesado se transportaba de un lado a otro. Eran los tubos de oxigeno que nos mantenían respirando. Es acá donde te das cuenta que durante años no le agradeciste a nadie por poder respirar al despertar cada mañana y ahora estaba sujeto a una manguera que me ayudaba a realizarlo. Con el lento correr de las horas, me enteré que había una nena de la edad de mi hija y ahí como si no tuviera suficiente, imaginé lo terrible que sería saber que ella pueda llegar a atravesar por algo como esto. Son esos momentos donde en pocos segundos se te cruzan tantas cosas y si lo mío estaba mal, ni quería pensar en que eso le sucediera a mis seres más queridos. En él mientras tanto yo no mejoraba, el cuerpo médico muy preocupado y el parte diario a mi entorno se convirtió en lo más desagradable. No querían pasarme a Terapia Intensiva porque evaluaban que me podría hacer decaer aún más desde lo anímico y fue ahí cuando lanzaron la frase que todavía resuena en mi entorno, “deben prepararse para todo”. Entubado, pinchado por los sueros y medicamentos, tirado en una cama durmiendo boca abajo solo sabía que estaba a un paso de una complicación. Fueron las enfermeras y asistentes que trabajan en 4 turnos los que apuntalaron mis emociones, las que cuidaron de mí, como del resto de una forma que pocos conocen y son los héroes de la pandemia. Necesito hablarles de ellos porque el amor que le ponen a su trabajo es difícilmente entendible para muchos. Seguramente mal pagos, con riesgos laborales altísimos, recorrían permanentemente esos pasillos con una pasión que lograban levantarles el ánimo a todos lo que estábamos luchando por nuestra salud. Cada ingreso de ellas era una bocanada de energía que junto a mi compañero de cuarto sentíamos como necesario en nuestra batalla emocional interna. Dándonos fuerzas, contándonos hasta sus propias anécdotas y atentos a todos los detalles de nuestra evolución. La mayoría de ellas ya se habían contagiado y varias todavía luchan duramente contra las secuelas que les dejó esta enfermedad. Después de padecerlo y seguir sufriendo, ahí estaban en la trinchera ayudando a los caídos. Realmente para admirar, obligando a la necesidad de felicitarlas, empoderarlas e invitarlas a seguir porque sus vecinos las necesitamos. Nadie se queda atrás, desde “el fuerza Mario” que los de Seguridad lanzaban al pasar y claramente el equipo médico que logró salvarme. Hoy Dios me dio una segunda oportunidad, pude con mi hija, fundirme nuevamente en un eterno abrazo mojado por las lágrimas de tantas emociones juntas. A esta sociedad partida en dos hoy me toca decirles que todos tenemos razón, que el único enemigo es el virus. Que nunca vamos a coincidir todos en todo, pero que si hay algo que yo les puedo ayudar a tener presente es que de lo único que no se vuelve es de la muerte. Cuídense mucho porque hasta que no se la pasa mal, lamentablemente no sale el pedir fácilmente una última oportunidad. Me siento orgulloso del Hospital que tenemos y de todo su recurso humano. Invito a las autoridades municipales a seguir por este camino y redoblar los esfuerzos. Nadie es perfecto, pero en esta guerra contra el Covid-19 ahí, en el ALA 1 COVID, se está librando una lucha diaria con pasión y dedicación. FUERZA MUCHA FUERZA. Mario Antonio Yemes.