Sociedad

¿El infierno tan temido?

Una pandemia y algo más. La columna de la periodista Leonor Almirón.

  • 31/08/2020 • 19:01

Por Leonor Almirón Rocha l El 20 de marzo del 2020 ha de quedar seguramente grabado en la Historia Nacional, como el inicio de la cuarentena más extensa que ha sufrido nuestro país por razones sanitarias.

Extendida por once veces hasta el momento, el Aislamiento Social Obligatorio ha sido un Decreto del Ejecutivo Nacional de particular y difícil cumplimiento, en este país nuestro dilatado y de heterogéneas características sociales.

En nuestra ciudad, logramos, quizá por una mixtura de medidas de prevención, de temor social y de fortuna, pasar los primeros meses con nula incidencia del Covid-19 en la comunidad.

Hasta que, como era inevitable, el virus llegó…

Y gran parte de la sociedad, comenzó la “caza de brujas”…que si fue un asado con muchos comensales, que si fue una “carneada”, que si fue alguien que viajó y no tomó medidas…los dedos acusadores se levantaron para señalar a diestra y siniestra. Las voces se alzaron para que se diera oficialmente la identidad de los primeros afectados, olvidando la necesaria privacidad que el Sistema de Salud debe mantener. Y la ciudad se colmó de jueces de ajenas conductas…

Pero la dilatada duración de la cuarentena, comenzó a socavar los ánimos…y quienes fustigaron a los primeros contagiados, y los vituperaron…se hartaron del encierro, de las colas en cada comercio, de los horarios acotados, de los días sin clases presenciales para los chicos, de los ancianos sin posibilidad de dar un paseo al sol…La sociedad se hartó del ostracismo no elegido, de la falta de contacto humano…y dejó escapar sus demonios interiores…

Porque es mentira que esta prueba nos devolverá a todos mejores…lo único seguro es que nos devolverá sin máscaras en la conducta…

Porque los que ayer exigían rostros y nombres para clavarles la punzada de la culpa, hoy, en un tremendo giro de 180° en sus reclamos, fustigan a las autoridades que exigen el cumplimiento de las ordenanzas de control sanitario que están vigentes. Y establecen dos territorios delimitados y enfrentados, establecen las coloraturas del blanco o el negro, sin matices.

Y en el medio, con una bata blanca como armadura y con un termómetro y un estetoscopio como arma, los guerreros blancos siguen librando la batalla contra el virus, sin que en el fragor de los descontentos, las protestas, los reclamos, se escuchen sus voces…

Porque ellos nos lo dijeron desde el primer día…cuidarse cada uno era cuidarnos todos…porque aunque el avance de los contagios era inevitable, solo había que ralentizarlos…había que dar tiempo al aparato sanitario a rearmarse, a retroalimentarse…No había que permitir que se saturara un aparato de salud pública que, aunque se intente reforzar y fortalecer, en ningún lugar del mundo estaba preparado para una pandemia semejante.

Claro que es entendible la tensión acumulada en estos 160 días de inacción…sobre todo para los más jóvenes…es entendible y más que preocupante la situación económica que deviene de frenar por meses el aparato productivo, en su mayoría…

Pero no es menos entendible que la defensa de la Vida, debe encabezar las preocupaciones…

Y de muy poco han valido las campañas, los pedidos, las advertencias…

Nuestro sistema de salud está en riesgo…De las camas disponibles, 51 en total, el 50% está ocupado…tenemos 61 casos activos y la preocupación de muchos pendientes de resultados…con pacientes de franja etaria que sin duda demandará internación…y que deberán ser priorizados…

Es entonces que ese infierno tan temido, parece abrir sus puertas…

Para demostrar que el barbijo no es solo una molestia, que compartir un mate entre varios, es más un riesgo claro que un acto de amistad, que una reunión de amigos o familias, no es solo una celebración, que la higiene de manos y superficies no es histeria, que la distancia social no es falta de afecto, que una ordenanza reguladora no es “fascismo”, sino que la negación es un caldo de cultivo de un mal que no es la fantasía de un grupo de “antisistema”, sino una presencia innegable y desoladora.

Abre sus puertas y nos pone enfrente nuestra vulnerabilidad, nos encara el peor espejo de nuestra existencia, nos deja asomar el interior, sin maquillajes ni disfraces sociales.

Y mientras tanto, en ridícula dicotomía, nos peleamos hoy, para denostar las acciones que ayer pedíamos a gritos…

Porque quizá, de soberbios e inconstantes que somos muchos de nosotros, nos merecemos algunas de las cosas que nos pasan…