El presidente Alberto Fernández se encuentra en una verdadera encrucijada ante la nueva etapa de la pandemia COVID-19: por ahora no piensa en dar marcha atrás la cuarentena del AMBA porque entiende que los datos de contagios que llegaron en los últimos días son prometedores. Pero al mismo tiempo en el Gobierno temen que una flexibilización social del aislamiento desate un pico no deseado del virus y ven escaso margen de maniobra para controlar el peligro de una circulación masiva de gente. Con los números en mano el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, evaluó ayer que la tasa de letalidad en descenso y el porcentaje de ocupación de camas de terapia intensiva hablan de una “cuarentena estricta de julio exitosa porque ralentizó la ocupación de camas”. “Esa curva se aplanó. Y los parámetros prioritarios están estabilizados gracias al esfuerzo de las familias, a los cuidados que se toman, los argentinos y las argentinas estamos haciendo un buen trabajo”, explicó. No quiso arriesgar más que eso. Hasta anoche, en la Casa Rosada eran de la idea de seguir adelante desde el 2 de agosto con un esquema de cuarentena como se dio hasta ahora y no volver a fase 1. “Sólo si vemos que sube la ocupación de camas y aumenta exponencialmente el índice de contagios volveremos atrás”, graficó un ministro en diálogo con Infobae. Desde esta perspectiva, el Gobierno cree que con los niveles de letalidad de entre el 1,66 y el 1,96% sumado a los niveles de ocupación de camas en el AMBA del 64,3% hay una situación “crítica pero controlable”. Sin embargo, los ánimos no son equidistantes en el AMBA: mientras que la administración de Horacio Rodríguez Larreta coincide con la mirada de la Nación en función de no dar marcha atrás en la cuarentena que viene, desde la gobernación de Axel Kicillof están “alertas” y aún no dan nada por cerrado. Incluso hablan de volver atrás pero bajo el marco de un “amplio consenso social” con la oposición, los empresarios y los movimientos sociales. Los datos de estas miradas diversas hablan por sí solos: en la provincia de Buenos Aires hay 88.709 casos confirmados de COVID y 1.471 muertos mientras que en la CABA hubo hasta ayer 51.977 contagios y 1.017 fallecidos. Ante este panorama Cafiero insistió: “No hay que tomar decisiones con una foto, sino evaluar un período de 7 o 10 días para ver cómo se fueron confirmando las curvas”. De cara a las definiciones que se vienen habrá al menos tres factores sensibles para el Gobierno a la hora de ordenar la nueva estrategia de una extensión de cuarentena como la actual en el AMBA o bien volver atrás en la fase 1 más restrictiva: Ocupación de camas. En el gobierno porteño aseguran que los niveles de ocupación de camas de terapia intensiva no representan hoy un inconveniente. Es más, la semana pasada había 290 camas UTI ocupadas y ayer se habían contabilizado 269. Esto implica un 54% de camas ocupadas en la CABA. “Con este panorama de camas ocupadas y un nivel de contagios más lento no hay posibilidad alguna de volver la cuarentena atrás”, explicó a Infobae un allegado a Rodríguez Larreta. En el conurbano la situación es más compleja. Hay un 54% de las camas ocupadas aunque el crecimiento de contagios se ve acelerado y hay municipios con un escenario cercano al colapso sanitario en los hospitales. “Cuanto más cerca del primer cordón del conurbano nos ubicamos mayor es la cantidad de contagios y más complicada es la situación de camas UTI”, refirió un funcionario del Ministerio de Salud bonaerense. El intendente de Florencio Varela, Andrés Watson, lo explicó sin vueltas. “Si seguimos a este ritmo de contagios, habrá que volver a una cuarentena estricta. Hoy lo tenemos bajo control, pero no podemos jugar al límite. Si seguimos así, a partir del 2 de agosto creo que el presidente puede decretar medidas más restrictivas”, dijo. En Florencio Varela hay una ocupación de camas UTI en un 65%. Hay otros distritos que transitan la misma situación. A la vez, existen municipios en rojo por el nivel de incidencia de casos cada 100.000 habitantes. Por ejemplo, en Avellaneda ese dato es de 524,54 contagiados cada 100 mil; en Hurlingham 244,43; en Lanús 356,44; en Quilmes 403,98 y en Tres de Febrero 299,98, por poner algunos ejemplos. El transporte público. El otro eje de debate interno entre el Gobierno nacional, la administración porteña y Kicillof es el control del transporte público en el AMBA. Si bien aquí hay coincidencias entre las tres administraciones en que en la nueva etapa de cuarentena no se podrán flexibilizar los controles en el transporte de pasajeros y que se deberá mantener el servicio sólo para los trabajadores esenciales, el tema habla de una falta de estrategia aún ante esta problemática. Según el último informe que emitió ayer el Ministerio de Transporte que lidera Mario Meoni, hasta el viernes hubo un 23% de circulación de pasajeros en el AMBA. Ayer circularon 981.129 usuarios de transporte público en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Esto representa una reducción del 77% frente a los pasajeros que en promedio utilizaban el transporte público en días hábiles previos al aislamiento (4.242.450). A la vez, el último viernes circularon un promedio de 193 usuarios por colectivo y esa cifra significa una baja de 67% de pasajeros por colectivo en comparación a un día hábil promedio previo al aislamiento en el que el promedio era de 582 usuarios por unidad. En tanto, el promedio diario de la semana (20 al 24 de julio) fue de 944.381 pasajeros. Es decir, que no hubo grandes picos de pasajeros que hayan roto el protocolo de aislamiento en el transporte. Meoni llevó adelante un plan de controles fuertes en las estaciones de trenes y subtes. También se implementó el sistema “Reservá tu Tren” en los ferrocarriles Sarmiento, Mitre y San Martín. La semana que viene este sistema se aplicará también en la línea Roca. Sin embargo, en la Casa Rosada y en la provincia de Buenos Aires admiten que aún no le encontraron la vuelta al tema del transporte público de pasajeros. Si se relaja la cuarentena podría aumentar el nivel de pasajeros y ello automáticamente se traducirá en un incremento de contagios de COVID-19. No hay receta clara a la vista: en los ferrocarriles no se puede aumentar la cantidad de formaciones porque ya están trabajando al límite. Lo mismo ocurre con los subtes y los colectivos. “En el caso de que haya una apertura o cierto relax en la cuarentena los horarios picos serán incontrolables”, admitió un funcionario de la Casa Rosada que ve con preocupación este tema sensible. Personas circulan en la Estación Ferroviaria de Constitución en la ciudad de Buenos Aires (Argentina). EFE/Juan Ignacio Roncoroni En el Ministerio de Transporte sostienen que habrá que ordenar un esquema de ingresos laborales muy rígido en el futuro porque el nudo de botella de la mañana o de la tarde podría ser letal. Sin embargo, aun no hay nada previsto en carpeta y nadie logra definir si habrá un ajuste en el sistema SUBE. En Transporte aseguran que está descartado por ahora la idea de un bloqueo en la SUBE para aquellos que no tienen permiso. Pero también admiten que no hay una salida muy clara al respecto. Relajamiento y economía. En el Gobierno son conscientes de que replegar la cuarentena a fase 1 sería un gran problema para el humor social por el impacto económico que ello implicaría. La caída de la economía del 26%, sumada a los niveles de pobreza que superan el 45% en algunos distritos hacen pensar de que una cuarentena estricta profundizará esta grave situación socioeconómica. Pero en el Gobierno sostienen que a Alberto Fernández no le temblará el puso si tiene que regresar a una cuarentena estricta porque se disparan los casos de COVID-19. El punto es que de persistir en un esquema de cuarentena como el que se vio hasta ahora hay un temor tanto en la Casa Rosada como en La Plata y en la CABA ya que, evalúan, se podría dar un natural relajamiento ciudadano y el aislamiento será cada vez más difícil de cumplir. En el conurbano la impresión generalizada que hay entre los intendentes es que será muy difícil volver a una cuarentena estricta por el impacto económico que ello implicaría. “No podemos volver atrás salvo que haya hospitales desbordados y las imágenes de muertos en las calles. Pero en la actual situación cómo le explico a los comerciantes de mi distrito que desde el 2 de agosto deberán cerrar otra vez sus persianas”, dijo a Infobae el jefe comunal de uno de los municipios más poblados del primer cordón del GBA. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, repite cada vez que se lo consulta que en el conurbano la situación “es crítica pero estable”. La mención admite problemas graves en la caída del ingreso, un incremento fuerte de la pobreza y la necesidad de inyectar más fondos para alimentos. Más simple: la ecuación que hacen en la Casa Rosada es que en el eventual caso de tener que volver a la fase 1 esa medida deberá ir acompañada por un fuerte desembolso de fondos para atender a los sectores más vulnerables para evitar un desborde social. Ayer, la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca Bocco, destacó ayer que están viendo un “repunte en el nivel de actividad”, en indicadores como consumo de energía eléctrica y de tarjetas de crédito. Algo similar observan en el Ministerio de Economía y en Producción. Pero en el análisis se admite también que sólo persistirá ese repunte económico si no se vuelve atrás con la cuarentena. En el caso contrario, el derrumbe de la economía podrá ser mayor. No opinan lo mismo de ese “repunte” de la economía los movimientos sociales, incluso de aquellos alineados al Gobierno. Desde la Corriente Martín Fierro, que adhiere al cristinismo puro, revelaron que “en los barrios se ve menos plata por falta de changas, hay una fuerte caída del consumo en los negocios barriales, un alto nivel de endeudamiento en los comercios y la demanda mayor de comedores escolares y ollas populares”. La secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, manifestó que el país se encuentra en una etapa de “aumento contenido de los casos” y que “estamos entrando en el momento de más tensión”. Esto es la puerta abierta al debate que se viene: volver a fase 1 o persistir en la actual cuarentena con los riesgos sanitarios que ello implicaría.