Cuando salen al patio de la Alcaldía Departamental N°3 de La Plata, tres horas por día, lo hacen como si siguieran siendo parte de un equipo de rugby: los ocho juntos, hablando en voz baja o al oído, como si planearan una jugada estratégica. Siguen aislados, porque los demás presos no le perdonan el delito que se les imputa. Podrían ser llamados “los ocho más odiados”, como el western de Quentin Tarantino. Es una paradoja, pero justamente cada equipo de rugby tiene ocho forwards. Hay equipos de rugby en varias cárceles de la provincia, pero Los acusados de matar a Fernando Báez no tienen ánimos de dar pelea ni de jugar. Por estos días ya ni siquiera reciben insultos de los otros detenidos. El odio que generaron en un comienzo, cuando les gritaban “¡asesinos!” desde el otro lado de las rejas, pareciera haberse debilitado cuando irrumpió el COVID-19. La atención de los presos estuvo hacia el virus que dejó en cuarentena a todo el país. Máximo Thomsen (20), Ciro Pertosi (20), Luciano Pertossi (18), Lucas Pertossi (21), Enzo Comelli (20), Matías Benicelli (20), Blas Cinalli (19) y Ayrton Viollaz (21).Máximo Thomsen (20), Ciro Pertosi (20), Luciano Pertossi (18), Lucas Pertossi (21), Enzo Comelli (20), Matías Benicelli (20), Blas Cinalli (19) y Ayrton Viollaz (21), están alojados en el pabellón 6 de la N°3 de La Plata 3, en Melchor Romero, a donde llegaron tras ser trasladados del penal de Dolores, con sus prisiones preventivas confirmadas por la Cámara de la jurisdicción. En la causa investigada por la fiscal Verónica Zamboni bajo la firma del juez David Mancinelli hay otros dos acusados como partícipes necesarios: Juan Guarino (19) y Alejo Milanesi (19), que fueron excarcelados y están con sus familias en Zárate. Están imputados como coautores del delito de homicidio agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas. Zamboni se encuentra todavía en el plazo que establece la ley para que eleve su causa a juicio. La acusación contempla una pena de cadena perpetua. Seis meses después, los acusados están aislados del resto de los detenidos. Se los mantiene distribuidos en cuatro celdas contiguas con capacidad de dos cada una. Todos los días, de lunes a viernes, como el resto de los detenidos, pueden salir tres horas del pabellón. Lo hacen solos, sin otros internos alrededor, una vida tumbera aparte. En fila: los acusados en un traslado a sus ruedas de reconocimiento en marzo pasado. (Gustavo Gavotti) “Según el día les puede tocar de mañana o de tarde. Salen al patio los ocho juntos. Durante ese momento suelen caminar, sentarse al sol y charlar. El establecimiento cuenta con una biblioteca, pero ellos leen las novelas que le acercaron sus familiares”, dijo a Infobae una fuente que conoce su encierro de primera mano. “En las primeras salidas al patio del pabellón 6, detenidos de sectores cercanos los insultaban, pero a medida que pasaron los días y con el advenimiento de la crisis sanitaria por el COVID-19, cesó cualquier tipo de hostigamiento y ya son uno más. No han registrado incidente alguno”, contó una fuente penitenciaria. Como ocurre en todas las cárceles del país, los rugbiers tienen las visitas suspendida, pero pueden recibir mercadería de sus familiares. La misma fuente aseguró: “No tienen ningún privilegio. Todos mantienen un perfil muy bajo. No han protagonizado ningún incidente ni evento indisciplinario. No han hecho peticiones a los agentes penitenciarios. No se advierte liderazgo de ninguno de ellos sobre los otros y se comportan con respeto hacia el personal”. De parte de la defensa de los acusados de matar a Fernando, no hubo ningún pedido judicial a causa de las condiciones de detención en el contexto de la pandemia en el Juzgado N°6 de Mancinelli, como ocurrió con otros internos que pidieron prisión domiciliaria o la libertad condicional después de que sus defensas adujeran que corrían riesgos de contraer la enfermedad. El 6 de julio, la Sala II del Tribunal de Casación Penal bonaerense rechazó por “inadmisible” un habeas corpus para que se ordene su salida de la cárcel. El pedido había sido formulado por el abogado defensor Horacio Henricot, quien consideró en su escrito que los detenidos sufrían una “arbitraria privación de libertad”. Durante la pandemia, la Justicia permitió a los detenidos tener celulares registrados para comunicarse por WhatsApp, sin permiso para tener redes sociales. Sin embargo, para comunicarse con sus familiares usan el teléfono público del pabellón, hasta el momento no tienen teléfonos propios. Cuentan una hora diaria para comunicarse. Desde el área de psicología de la alcaidía, entrevistaron a los ocho al ingresar a la dependencia. Los profesionales han tenido otras entrevistas de contención con ellos, dijo una fuente. La lejanía de sus familias también implica que, en buena parte de los días, coman la comida del penal. La alcaidía donde están los rugbiers es un lugar de detención transitorio. “Y, es áspero el lugar, están todos en leoneras, se pone a veces”, dice un preso veterano que dejó la alcaldía meses atrás: “Mirá que estuve preso en un montón de penales, pero ahí no vuelvo. Son más que nada pibes jovenes, pendejos”. Llegan de comisarías de La Plata y su periferia, la Alcaldía es su primer destino. Hay acusados por violencia de género, dealers, jóvenes ladrones de celulares o carteras. Las peleas son comunes, arrebatos, ataques en banda por un par de zapatillas. Los detenidos pasan el día engomados, como se dice en la jerga carcelaria a los presos que pasan la mayor parte del tiempo encerrados, allí en las celdas. “Hay muchos rastreros ahí. Muchos están empastillados. Te tienen encerrado ahí y después te definen un traslado definitivo a un penal”, contó un joven que estuvo detenido en esa alcaidía.  Play Amenaza de presos de Florencio Varela a los rugbiers   En la cárcel hasta los más inescrupulosos y temibles enarbolan una especie de regla moral carcelaria según la cual los femicidas, los violadores y los narcos no son bienvenidos. Otros rechazados son los detenidos que pertenecen a fuerzas de seguridad. Por eso están en pabellones aislados o protegidos del resto de la población carcelaria. “Pero ahora a los violines, los matamujeres o los transas se le sumó una nueva categoría despreciable: la de los patoteros”, dice a Infobae Juan Manuel Zalloechevarría, desde la Unidad 23 de Florencio Varela, detenido por narcotráfico e hijo de uno de los integrantes de la banda del Robo del Siglo. -¿Qué es lo imperdonable para los presos que no admiten a los rugbiers? -Que actuaron en patota y golpearon hasta la muerte a un chico inocente e indefenso. Es una cobardía. Un ensañamiento. Encima se burlaban. Eso el que está preso no lo perdona. Sabe lo que es que una patota policial o penitenciaria te agarre y te muela a palos. -¿Qué se habla sobre ellos? -Ahora lo más importante es el coronavirus. Pero en su momento tengo entendido que no se hablaba bien de ellos. Todo lo contrario. Por eso los tienen protegidos. Yo creo que van a estar siempre así o tendrán que ir a un pabellón evangelista. Si los sueltan a los otros pabellones, van a ser presa fácil. La sala que ocupaban los rugbiers en el penal de Dolores. Hubo videos, presos de otras cárceles como la 32 de Varela que les dedicaron supuestas intimidaciones que se hicieron virales. En su paso por la cárcel de Dolores, donde ocuparon una sala cercana al pabellón evangelista, los rugbiers eran una especie de presencia silenciosa e invisible para los demás detenidos. Como si hubiesen estado detenidos en una burbuja impenetrable. “Sólo puede verse un chapón blanco. Atrás están los chicos estos, “los rugby” (sic). Son como un misterio para nosotros. Decimos que nosotros estamos en un rancho y ellos están en una cajita o casita de cristal. Como muñequitos intocables”, dijo a Infobae en su momento un ladrón detenido por el asalto a una financiera. -¿Hubo algún episodio de violencia? -Nada. Ni siquiera hubo amenazas, pero algunos compañeros me dicen que si los tuvieran cerca, gratis no se la dejarían pasar. Bardearon y acá todos sabemos lo que hicieron esos pibes. Lo vimos por tele. Había más compañeros mirando esa noticia que el Boca-River. -¿Para usted qué piensan los rugbiers de todo esto? -Creo que ni saben lo que hicieron y parece que todavía no tomaron conciencia de que nunca más se van a ir a la calle. Da bronca lo que hicieron porque fue cobarde. Todos contra uno, indefenso. Hasta cuando pasa eso acá, que todos le pegan a uno, hay represalias. En los códigos nuestros está muy mal lo que hicieron. Caranchearon a un pobre pibe y lo mataron peor que una rata. Por eso a estos pibes si llegan a población les van a sacar el mayor crédito posible. No son como nosotros. Son logis. Y aunque no sean chetos, nunca podrán ser de los nuestros. Hubo casos en que estando en otro penal, compañeros se comunicaban con familiares de la víctima para ser sicario. Pedían pocas cosas. Dos lucas de tarjeta de teléfono. O a veces nada. Pero acá no pasó nada de esto. Marcial, padre de Máximo Thomsen en el penal de Dolores. Hoy, las visitas están canceladas por el coronavirus. (Ezequiel Acuña) Mientras tanto el aislamiento se mantiene, aunque ahora en Melchor Romero. Es como si los rugbiers estuvieran detenidos en una especie de pequeña cárcel dentro de otra cárcel. La visión que cada uno ellos tiene de la prisión es reducida. No fueron impregnados por la atmósfera que se forma en cualquier penal. No se han cruzado ni han visto a otro detenido. Lo que sus abogados reclaman por vía judicial, que los imputados “sean oídos” ante sus acusadores, rejas adentro ocurre a la inversa.